Su naturalidad inherente y su talante cercano hacen presagiar que a Carlos Scholz no se le ha subido el éxito a la cabeza, a pesar de su ascenso profesional vertiginoso a sus treinta y un años. Desde aquel boom en 2019 de la serie Toy boy donde daba vida a uno de los jóvenes strippers, el malagueño no ha parado de trabajar desde entonces, evidenciando con soltura sus dotes polifacéticos frente a las cámaras.
Para el intérprete andaluz, que atraviesa un momento dulce profesional, el éxito no se mide en fama ni en dinero, sino en poder dedicarse a lo que le apasiona, mantener una vida normal y rodearse de su gente
Su naturalidad inherente y su talante cercano hacen presagiar que a Carlos Scholz no se le ha subido el éxito a la cabeza, a pesar de su ascenso profesional vertiginoso a sus treinta y un años. Desde aquel boom en 2019 de la serie Toy boy donde daba vida a uno de los jóvenes strippers, el malagueño no ha parado de trabajar desde entonces, evidenciando con soltura sus dotes polifacéticos frente a las cámaras.
Después de dar vida desde un prisma cómico a Luis I de España en la serie de Cristóbal Garrrido, La vida breve, el andaluz cambia ahora totalmente de registro para encarnarse en Beltrán, un joven siniestro aficionado al piano, que forma parte del engranaje de Dos tumbas, un nuevo thriller de Netflix, dirigido por Kike Maíllo.
Sobre este último trabajo, el intérprete reconoce en conversación con La Vanguardia que su personaje representa la parte más manipuladora de la historia. No obstante, no lo juzga. “Él solo quiere sobrevivir y ganar dinero. Yo soy todo lo contrario, pero interpretar este papel me ha ayudado a explorar facetas escondidas”, explica.

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Frente a la sed de venganza, que configura el eje principal de la trama de Maíllo, el actor muestra absoluto rechazo. “No soy nada vengativo. Prefiero la ignorancia y el perdón. La venganza casi nunca sale bien”, afirma. Sin embargo, Scholz admite sentir debilidad hacia su dogma cuando se trata de los suyos. “Tal y como se plantea en la serie, si algo le hicieran a mi familia, creo que no podría perdonarlo”.
Málaga, su refugio
Es precisamente en ella donde el artista encuentra su mayor refugio. El deporte, la naturaleza, los animales y el contacto con su círculo más íntimo configuran sus vías de desconexión; por lo que, a pesar de vivir a día de hoy felizmente en Madrid, el actor reconoce que siempre que puede se escapa a su Málaga natal para reencontrarse con la playa y con su gente y así poder recargar energías. “Cuando termino un rodaje tengo que desconectar completamente. Llamo a mi familia, que no me habla nada de cine porque lo tiene muy normalizado, y conversamos de cosas cotidianas”.

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Pese al aluvión de proyectos en los que ha trabajado durante este último año, el intérprete mira con humildad el futuro. Confiesa que le encantaría trabajar junto a leyendas del cine tan versátiles como Joaquin Phoenix, Johnny Depp o Javier Bardem. A pesar de que, por el momento, esta oportunidad no ha llegado, Scholz se siente agradecido con las cartas que le está dando la vida hasta la fecha. Para él, el éxito no se mide en fama ni en dinero, sino en mantener una vida normal y poder dedicarse a lo que le apasiona.
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“Ya sea la de un psicópata asesino o la de un rey de España, me encanta enfrentarme a retos diferentes. Que me pidan aprender piano, bailar, luchar o transformarme físicamente es lo que más me motiva”.
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