Como institución, convendremos que el FC Barcelona empieza a parecerse al pito del sereno, expresión popular en desuso pero de significado eterno: cuando la palabra dada ni importa ni tiene valor. Ya solo faltaría crear una línea comercial de venta de crecepelo: “¿Viajes a Turquía? ¿Implantes capilares? ¡Loción barcelonista! Y si el pelo no le crece, le buscamos un culpable”.
Como institución, convendremos que el FC Barcelona empieza a parecerse al pito del sereno, expresión popular en desuso pero de significado eterno: cuando la palabra dada ni importa ni tiene valor. Ya solo faltaría crear una línea comercial de venta de crecepelo: “¿Viajes a Turquía? ¿Implantes capilares? ¡Loción barcelonista! Y si el pelo no le crece, le buscamos un culpable”.Seguir leyendo…
Como institución, convendremos que el FC Barcelona empieza a parecerse al pito del sereno, expresión popular en desuso pero de significado eterno: cuando la palabra dada ni importa ni tiene valor. Ya solo faltaría crear una línea comercial de venta de crecepelo: “¿Viajes a Turquía? ¿Implantes capilares? ¡Loción barcelonista! Y si el pelo no le crece, le buscamos un culpable”.
En descarga de la junta directiva del FC Barcelona hay que recordar que la impostura y la verdad a medida de cada cual son monedas de cambio. De ahí la tranquilidad con que el presidente Laporta y sus amigos y directivos afrontan la rendición de cuentas, la política informativa de la entidad o la actualidad del club. Ningún reparo, ninguna disculpa, ningún atisbo de mala conciencia ante el hecho de que –y no una ni dos, sino muchas veces– se engaña a la afición. Y si no es engaño –seamos generosos, llega la Navidad– se le parece, con el añadido de que tanto donde dije digo, digo Diego transmite la impresión de que unos listillos tratan de idiotas a la masa social o al barcelonismo de rebaño sumiso.
Esto no es lo prometido: el estadio sigue en obras y para retener a Olmo judicializamos el fútbol
No hace tanto, en julio, el presidente Laporta aseguró que antes de que terminara el año el Barça ya podría jugar en el nuevo estadio. Al fin y al cabo, el cumplimiento de los plazos fue una de las grandes bazas ofrecidas a la opinión pública para elegir a una empresa turca sin experiencia en este tipo de construcción y a precio de ganga. Porque cuando se apuesta por el bueno, bonito y barato, se corre el riesgo de que muchos pensemos que hay gato encerrado. Lo de la mujer del César, vaya…
La judicialización de la política hecha por el PP, uy, perdón, del deporte por parte del FC Barcelona para inscribir a Dani Olmo como sea se enmarca en esta línea tramposa de asegurar que todo está bajo control, que no habrá problemas, que blablablá, y a la hora de la verdad surgen los problemas, las prisas y lociones capilares milagrosas. Las normas financieras de LaLiga fueron más que necesarias para terminar con aquel fútbol de los Gil, Lopera, Piterman y otros magos de las finanzas que, en el mejor de los casos, reforzaban las plantillas con un dinero del que no disponían y terminaban saliendo por piernas, legando un erial. O dejando a jugadores y empleados sin cobrar.
Apuntar a LaLiga y acudir a los juzgados es un recurso fácil. Basta con airear la ideología de Javier Tebas –hemos conocido a demócratas más firmes–, ganar al Atlético de Madrid el sábado y a brindar que llegan unos días de vacaciones (a saber qué paraíso democrático será el siguiente viaje de recreo de presidente y cía.).
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