La interferencia de los partidos de selecciones en la competición doméstica alimenta debates que en otro momento serían efímeros. Es el caso de la ya famosa frase de Hansi Flick tras el empate de Vallecas: “Los egos matan el éxito”. Con el calendario habitual del Barça, la reflexión habría activado nuestra vocación para la discusión, pero habría sido barrida por la actualidad. La frase ha cuajado porque a todos los seleccionados del Barça les han preguntado por la afirmación de Flick. Así multiplicamos su relevancia y ya no sabemos si hablamos tanto de la frase porque es trascendente o si es trascendente porque no dejamos de hablar de ella.
La interferencia de los partidos de selecciones en la competición doméstica alimenta debates que en otro momento serían efímeros. Es el caso de la ya famosa frase de Hansi Flick tras el empate de Vallecas: “Los egos matan el éxito”. Con el calendario habitual del Barça, la reflexión habría activado nuestra vocación para la discusión, pero habría sido barrida por la actualidad. La frase ha cuajado porque a todos los seleccionados del Barça les han preguntado por la afirmación de Flick. Así multiplicamos su relevancia y ya no sabemos si hablamos tanto de la frase porque es trascendente o si es trascendente porque no dejamos de hablar de ella.Seguir leyendo…
La interferencia de los partidos de selecciones en la competición doméstica alimenta debates que en otro momento serían efímeros. Es el caso de la ya famosa frase de Hansi Flick tras el empate de Vallecas: “Los egos matan el éxito”. Con el calendario habitual del Barça, la reflexión habría activado nuestra vocación para la discusión, pero habría sido barrida por la actualidad. La frase ha cuajado porque a todos los seleccionados del Barça les han preguntado por la afirmación de Flick. Así multiplicamos su relevancia y ya no sabemos si hablamos tanto de la frase porque es trascendente o si es trascendente porque no dejamos de hablar de ella.
Comentémosla, pues. Aprovechando el parón de Liga, revisemos nuestro historial y veamos si es verdad que los egos matan el éxito. Y si interpretamos a Flick como ejemplo de liderazgo moderno, que antepone el compromiso colectivo a las veleidades personalistas, entenderemos su mensaje como un aviso. Un aviso contra los caprichos y los esfuerzos a la carta, que contradicen el talante ejemplar de jugadores de la historia reciente como Carles Puyol o, mirando más allá, Guillermo Amor. Pero, al mismo tiempo, si somos honestos, también deberemos convenir que los pósters que colgábamos en la habitación o los cracks que imitábamos en el patio eran la encarnación del talento y del carisma, sí, pero también de un ego felizmente desmedido.
Para los jugadores superdotados, el ego puede ser una motivación íntima
El corredor de Trinidad y Tobago Ato Boldon decía: “Mi rendimiento ha logrado alcanzar a mi ego”. El ego puede ser una motivación íntima que los superdotados utilizan como gasolina competitiva. Ciñéndonos a lo que dijo Flick, queda claro que respeta la dimensión privada de los egos, pero, al mismo tiempo, subraya la prioridad de respetar el compromiso colectivo. En el fútbol de élite, sin embargo, eso es difícilmente aplicable. Toda la estructura mercadotécnica y mediática se basa en unos valores en los que la egolatría y las marcas individuales vampirizan el prestigio de los clubs. Messi y Cristiano no practican la misma egolatría, pero sus entrenadores saben que, ni ahora ni antes, pueden exigirles el mismo compromiso que al resto del equipo.
En la historia reciente del club, ¿los egos han interferido en el equipo? Por supuesto, pero los entrenadores tuvieron que encontrar la manera –y no siempre lo lograron– de gestionarlos sin perder autoridad, credibilidad y, sobre todo, rendimiento. Tras una primera temporada divertida, eléctrica y estimulante, ahora que el Barça jugará una cantidad inhumana de partidos en un tramo inhumano de calendario, Flick tendrá que reafirmar sus convicciones. No podrá combatir la historia del fútbol y del club, pero al igual que ha liderado un vértigo vertical y atacante que simplifica el libro de estilo y el fuera de juego como el colmo de su amor por el riesgo, deberá transmitir un ideario que, más que extirparlos, negocie con la evidencia ancestral de los egos. Y ahora, con su permiso, me voy a ver el Turquía-España rezando para que no se lesione Lamine Yamal y los otros jugadores del Barça (el temor también tiene jerarquías). Y ya puestos a confesar y volviendo al tema de los egos, lo admito: soy el tipo de culé miserable que no quiere que Lamine Yamal gane el Balón de Oro este año para que no se le suban los humos.

Isabel Infantes / Reuters
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