Hay temporadas que empiezan del revés y ya no se arreglan; todo sale cruz y, de golpe, te encuentras envuelto en un lío inesperado del que no eres capaz de salir. Otras, en cambio, sin un motivo aparente aunque hagas las cosas mejor, se encauzan por inercia, por un gol imposible (Pere Milla ante el Atlético), un comienzo fulgurante (0-2 ante la Real Sociedad) o fruto de un partido jugado con madurez, en el que manejas las agujas del tiempo para liquidarlo cuando el rival baja la guardia. Cuando Osasuna se limpiaba las legañas, por ejemplo. Y tú, sin ser muy consciente y sin preocuparte, te instalas en Europa y encandilas a una afición que ve oro donde antes veía carbón y que sueña porque hacerlo es libre, aunque este viaje sea muy largo y desde dentro te digan que habrá muchas piedras que sortear.
Un gol de Carlos Romero en el minuto 57 premia al equipo de Manolo González, mejor que Osasuna, y que se instala en Europa tras sumar siete de nueve puntos
Hay temporadas que empiezan del revés y ya no se arreglan; todo sale cruz y, de golpe, te encuentras envuelto en un lío inesperado del que no eres capaz de salir. Otras, en cambio, sin un motivo aparente aunque hagas las cosas mejor, se encauzan por inercia, por un gol imposible (Pere Milla ante el Atlético), un comienzo fulgurante (0-2 ante la Real Sociedad) o fruto de un partido jugado con madurez, en el que manejas las agujas del tiempo para liquidarlo cuando el rival baja la guardia. Cuando Osasuna se limpiaba las legañas, por ejemplo. Y tú, sin ser muy consciente y sin preocuparte, te instalas en Europa y encandilas a una afición que ve oro donde antes veía carbón y que sueña porque hacerlo es libre, aunque este viaje sea muy largo y desde dentro te digan que habrá muchas piedras que sortear.
Acomodado en su particular Macondo, el Espanyol sumó una nueva victoria. Sufrida, como todas. Ganó a los puntos y a los goles. Fue mejor que Osasuna y encontró premio con un zarpazo de Carlos Romero, cuyo remate guarda uno de los secretos de Manolo González. Tiene claro el técnico que Omar El Hilali, el lateral derecho, debe partir desde el centro y en ocasiones centrar desde el costado. Y que Romero puede pisar área porque tiene un guante en la zurda. Se recreó Dolan, centró El Hilali y el rechace lo cazó el valenciano, quien anotó en el minuto 57 el 1-0.
Antes de eso, el Espanyol saboreó el chocolate, pero también masticó cristales. Porque el equipo puede ser una orquesta sinfónica o una banda de rock and roll.
Ya dijo en la previa Manolo González que habría una pelea por jugar, y en la tercera jornada llegó una de las sorpresas. Roberto Fernández, por quien el Espanyol pagó 6,2 millones por el 50% de los derechos, empezó en el banquillo. En su lugar asomó Kike García, veterano del Vietnam acostumbrado a sobrevivir entre trincheras, pero a sufrir a campo abierto. Suya fue la primera ocasión. Tardó apenas un minuto el Espanyol en robarle el balón a Osasuna. Dolan jugó con Pere Milla y este se la dio al conquense, que remató alto. Fue el comienzo de unos minutos avasalladores de los blanquiazules, encajonados en campo rival, presionando con riesgos, con un alto grado de confianza.
Al son de Expósito, que filtró pases y cortó los contraataques rojillos, el equipo de Manolo González encontró las ocasiones. Pere Milla y Kike obligaron a una doble intervención a Sergio Herrera en el minuto 14 y apenas dos después Puado lanzó fuera otra acción veloz. Jugaba el balón con naturalidad el Espanyol, con un equilibrado juego posicional en el que también Leandro Cabrera, káiser, encontraba a los hombres libres. Osasuna no era capaz de salir aunque Budimir tuviera un mano a mano con Dmitrovic, en un contraataque conducido por Víctor Muñoz, y Aimar lanzara una falta peligrosa por encima del larguero. La más clara, cuando llegaba el descanso: Moncayola lanzó al larguero aunque había previo fuera de juego de Roiser.
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En la reanudación, el Espanyol cargó el juego por la derecha, Dolan se gustó y Romero abrió la lata. Quedaba un mundo, pero el bosque estaba despejado. La diferencia del Espanyol pasado al actual es su fondo de armario. Urko y Roberto, los puntales pericos en el pasado mercado de invierno, salieron al campo. Más madera para un Manolo González que domina el vestuario a lo Armani.
Lisci también movió el banquillo y mejoró a Osasuna. Dio un paso adelante y encerró a un Espanyol que sufrió. A Urko, inédito en la Real Sociedad en estas jornadas, le faltó ritmo; mientras que los blanquiazules dieron un paso atrás y dejaron de presionar. Hasta el técnico sacó a Miguel Rubio por Puado, una clara declaración de intenciones para los últimos diez minutos de partido. Quedaba mucho. Y el Espanyol estaba como un flan, nervioso. Y la tuvo Catena.
En el 92’, un centro envenenado de Rosier le quedó en los pies y a un metro de la portería y sin portero al central, que fue eso, un central, porque no le dio tiempo a armar el tiro. La inercia, quizás. La inercia que convirtió el RCDE Stadium en una fiesta en una temporada que pinta muy bien.
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