El ‘premier’ se enfrenta este lunes a una moción de confianza tildada de ‘harakiri’ político. Los intentos del presidente francés de colocar a un socialista no avanzan Leer El ‘premier’ se enfrenta este lunes a una moción de confianza tildada de ‘harakiri’ político. Los intentos del presidente francés de colocar a un socialista no avanzan Leer
«El mayor riesgo era no correr riesgos y dejar que las cosas siguieran sin cambiar nada, hacer política como siempre y alargar las cosas hasta que llegaran los daños irreparables», ha afirmado François Bayrou este lunes en el discurso previo a la votación de la moción de confianza, en el que ha alertado sobre los peligros que acechan a la economía francesa si no se acomete la reducción del déficit y de la deuda pública.
«Francia lleva 51 años sin tener un presupuesto equilibrado», ha advertido Bayrou. «Las deudas se acumulan. Cada año, gastamos más de lo que producimos (…) Un euro de déficit equivale a un euro más de una deuda estimada en 3,4 billones de euros en este preciso momento».
En una larga intervención acicalada con reflexiones morales y filosóficas, Bayrou ha hecho un listado de los de los «problemas urgentes» y de los «asuntos históricos» que han lastrado el crecimiento del país y ha descrito Francia como «una magnífica catedral que debe ser reconstruida para un pueblo que la merece».
«Se está gestando un caos total para Francia, y perdónenme que se lo recuerde ahora», ha afirmado Bayrou en una advertencia muy directa a los diputados: «Damas y caballeros, ustedes tienen el poder de derrocar al Gobierno, pero no tienen el poder de borrar la realidad. La realidad seguirá siendo inexorable. El gasto seguirá aumentando, y la carga de la deuda, ya insoportable, se volverá más pesada y más cara».
«Si queremos salvar el barco en el que viajamos, y en el que viajan nuestros hijos, debemos actuar sin demora«, ha concluido Bayrou al cabo de 40 minutos de discurso, haciendo una llamada al consenso: «La situación requiere la movilización de todos y un esfuerzo moderado de cada uno, si actuamos a tiempo»
«Hay cosas peores en la vida que estar al frente de un Gobierno y que ese Gobierno sea derrocado»… François Bayrou decidió escribir con horas de adelanto su despedida como primer ministro francés, ante la certeza de que perderá la moción de confianza de hoy, calificada unánimemente como «un suicidio político». El presidente, Emmanuel Macron, parece pues dispuesto a «sacrificar» al mandatario centrista y a tender la mano al Partido Socialista (PS) en un intento desesperado de evitar la convocatoria de elecciones anticipadas que reclaman tanto la extrema derecha como la extrema izquierda.
El propio Bayrou, en el momento de reconocer su posible caída, advirtió al inquilino del Elíseo sobre la misión casi imposible de ensanchar por la izquierda su fragilísima coalición: «Estamos ante partidos políticos que no solo no se ponen de acuerdo en nada, sino peor aún, que están en guerra civil. Y que unen sus fuerzas para derrocar al Gobierno». La intención de Macron de reemplazar a Bayrou con un socialista (posiblemente su líder, Olivier Faure) ha reactivado de hecho la guerra civil dentro de Los Republicanos (LR), el partido venido a menos de la derecha tradicional, capitaneado desde hace tres meses por el ministro de Interior, Bruno Retailleau.
«Lo dije claramente ante el presidente de la República y el primer ministro: si son los socialistas, será sin nosotros«, declaró Retailleau durante el cónclave de LR celebrado el fin de semana en Port-Marly. «Invito a quienes aman Francia y a quienes son patriotas, a quienes no escucharon las conclusiones del último congreso socialista en Blois, a que lo analicen con detenimiento: son 50.000 millones más en impuestos, gasto público, abolición de la reforma de las pensiones… Es todo lo que no queremos y eso hundiría Francia. ¡La izquierda francesa es una de las más arcaicas de Europa».
Retailleau, el ministro mejor valorado del actual Gobierno por su línea dura ante la inmigración, ha entrado en confrontación directa con el presidente del grupo en el Parlamento, Laurent Wauquiez, aparentemente abierto a tender la mano o al menos «no censurar» a un hipotético Gobierno que liderara un socialista.
Pese a las fricciones causadas por su propuesta no solo en el flanco derecho de su coalición de Gobierno, sino también en el bloque centrista compuesto por Renacimiento, Horizontes y Movimiento Democrático (MoDem), Macron persistirá previsiblemente en los próximos días en la «opción socialista». A fin de cuentas, el PS fue el que lanzó su carrera política cuando fue ministro de Economía con François Hollande, antes de redefinirse como «centrista liberal» y fundar su propio partido.
Desde su llegada al poder en 2017, Macron no ha cedido el timón del Gobierno a un socialista. Hasta julio de 2024 le bastó apoyarse en su bloque centrista, pero las elecciones anticipadas (tras el ascenso de la extrema derecha de Marine Le Pen en las Europeas) se tradujeron en la pérdida de la mayoría absoluta y en la gran fragmentación de la Asamblea Nacional en tres facciones prácticamente irreconciliables que hay hasta el día de hoy.
Las elecciones confirmaron también el hundimiento de las dos fuerzas moderadas de derecha e izquierda, Los Republicanos y el Partido Socialista, superados en los extremos por Agrupación Nacional y La Francia Insumisa. El PS pasó de hecho a ser la cuarta fuerza política, con 66 diputados, alineada con la izquierda en la oposición pero con opciones para convertirse, llegado el caso, en partido-bisagra.
La crisis que amenaza con precipitar la caída de François Bayrou se produce nueve meses después de la dimisión de Michel Barnier ante la imposibilidad de sacar adelante su propio presupuesto. El centrista Bayrou sobrevivió en todo este tiempo a ocho mociones de censura, impulsadas principalmente desde la izquierda, gracias al apoyo pasivo de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, que decidió reservar sus cartuchos para la renovada batalla de los Presupuestos.
El anuncio de recortes estimados en 43.800 millones de euros, para rebajar la deuda pública y reducir el déficit del 5,8% al 4,6% , fue el equivalente al harakiri político de Bayrou en pleno verano. A la congelación de las pensiones y las prestaciones sociales, se unió el despido de funcionarios, los recortes sanitarios y la medida más impopular de todas: la supresión de dos días festivos (el Lunes de Pascua y el Día de la Victoria) en aras de la productividad.
Pese a las críticas casi unánimes de extrema derecha a extrema izquierda, Macron puso de entrada toda la carne en el asador de Bayrou y calificó su presupuesto como «audaz y valiente». El presidente lo estuvo defendiendo durante gran parte del verano, pero su apoyo se fue debilitando cuando parecía claro que al primer ministro no le salían ya las cuentas.
El anuncio de un voto de confianza, sin esperar a que la oposición presentara una moción de censura, se interpretó como una huida hacia delante. Bayrou despachó con todas las fuerzas políticas para aferrarse a un salvavidas, dejando incluso abierta la posibilidad de negociar algunas de sus propuestas más impopulares, incluidos los días que hasta ahora eran festivos.
Macron se reunía entre tanto con sus aliados Gabriel Attal (Renacimiento) y Édouard Philippe (Horizontes) para intentar vislumbrar el futuro post-Bayrou (líder del devaluado MoDem). Al almuerzo de trabajo en Elíseo estuvo también invitado Bruno Retailleau, que en los últimos meses ha librado su propio pulso dialéctico sobre el «fin del macronismo» y que aparentemente puso trabas a la intención del presidente de poner a trabajar juntos a Los Republicanos y al Partido Socialista (el equivalente a integrar en una coalición de gobierno al Partido Popular y al PSOE).
Durante las negociaciones, se debatió también la posibilidad de un primer ministro «tecnócrata» como el titular de Economía, Éric Lombard, considerado sin embargo como demasiado vinculado al presupuesto de la discordia. El propio Bayrou llegó a poner sobre la mesa el nombre de su ministro de Justicia, Gérald Darmanin, miembro de Los Republicanos, como «el más apto» para sucederle, sin necesidad de abrir la espita a los socialistas.
Internacional // elmundo