El veterano político centrista, de 74 años, deja de ser primer ministro tras ocho meses convulsos Leer El veterano político centrista, de 74 años, deja de ser primer ministro tras ocho meses convulsos Leer
La dimisión de François Bayrou como primer ministro, tras perder de forma contundente la moción de confianza en la Asamblea Nacional (364 votos contra 194), ha sumido a Francia en una profunda incertidumbre política. En un intento desesperado de evitar elecciones anticipadas, el presidente Emmanuel Macron tomó nota de la renuncia del veterano centrista de 74 años y prometió nombrar un sucesor «en los próximos días». Sería, en cualquier caso, el quinto jefe de Gobierno en su segundo mandato y el tercero en menos de un año, reflejo de la creciente inestabilidad política, económica y social que atraviesa el país.
«Se está gestando un caos total para Francia, y perdonen que lo recuerde ahora», advirtió Bayrou en su discurso de despedida ante la Cámara, tras ocho meses de mandato bajo presión constante. «Damas y caballeros, ustedes tienen el poder de derrocar al Gobierno, pero no tienen el poder de borrar la realidad. El gasto seguirá aumentando, y la carga de la deuda, ya insoportable, se volverá más pesada y más cara».
La crisis estalló con la presentación de un presupuesto que contempla 43.800 millones de euros en recortes sociales y la supresión de dos festivos. La impopular medida ha golpeado duramente a Macron, que atraviesa el nivel más bajo de popularidad desde su llegada al Elíseo hace ocho años: apenas un 15% de los franceses confía en él. Durante el debate parlamentario previo a la votación, el presidente se convirtió en blanco de las críticas más feroces y fue calificado como «el presidente derrotado» por Boris Vallaud, líder socialista en la Asamblea.
Consciente de la inminente caída de Bayrou, Macron intentó atraer al Partido Socialista con la idea de ensanchar por la izquierda la frágil coalición de centroderecha. Una de las opciones que baraja es un Ejecutivo liderado por el socialista Olivier Faure, con el mandato de revisar a fondo el presupuesto de la discordia. No obstante, esa fórmula se antoja complicada por las diferencias ideológicas y las tensiones acumuladas.
Entre los nombres que circulan como posibles sucesores figuran el ministro de Economía, Éric Lombard, en un perfil tecnocrático; o dos centristas de peso: el titular de Defensa, Sébastien Lecornu, y el ministro de Justicia, Gérald Darmanin. Pero la pieza clave es Bruno Retailleau, actual ministro del Interior y líder de Los Republicanos. Considerado uno de los dirigentes más duros frente a la inmigración, lleva semanas de pulso con Macron y fue tajante durante un congreso de su partido: «Se lo dije claramente al presidente: si son los socialistas, será sin nosotros».
La caída de Bayrou llega apenas ocho meses después de que sustituyera a Michel Barnier, destituido en diciembre de 2024 tras perder otra moción de censura provocada igualmente por el presupuesto. En esta ocasión, la fórmula fue inédita: Bayrou presentó el 8 de septiembre una moción de confianza anticipándose al regreso parlamentario tras el verano. Para los analistas, fue un «harakiri político» o una «dimisión programada» que buscaba evitar la novena moción de censura de la legislatura. «El mayor riesgo era no correr riesgos y dejar que las cosas siguieran igual hasta llegar a daños irreparables», defendió Bayrou en su intervención previa a la votación, en la que advirtió de los peligros que acechan a la economía. «Francia lleva 51 años sin un presupuesto equilibrado. Las deudas se acumulan. Cada año gastamos más de lo que producimos. Un euro de déficit equivale a un euro más de una deuda que se estima ya en 3,4 billones de euros».
En su discurso, plagado de reflexiones morales y filosóficas, enumeró los «problemas urgentes» y los «asuntos históricos» que lastran el crecimiento del país. Describió a Francia como «una magnífica catedral que debe ser reconstruida para un pueblo que la merece». Y concluyó con una apelación al consenso: «Si queremos salvar el barco en el que viajamos, y en el que viajan nuestros hijos, debemos actuar sin demora. La situación requiere la movilización de todos y un esfuerzo moderado de cada uno, si actuamos a tiempo».
Una de las críticas más duras vino de Marine Le Pen, líder de Agrupación Nacional, que reclamó elecciones anticipadas para evitar el bloqueo institucional: «Un presidente nunca se equivoca al ceder ante el pueblo. Si hay disolución, aceptaremos el veredicto de las urnas. Y si el pueblo nos honra con un mandato claro, es decir, una mayoría absoluta, iremos a Matignon a poner en marcha un programa de renovación nacional sin esperar a las presidenciales». Le Pen acusó además a los sucesivos gobiernos de derecha e izquierda de «cinco décadas de gestión despilfarradora».
Laurent Wauquiez, jefe del grupo parlamentario de Los Republicanos, despidió a Bayrou con un gesto ambiguo: dio libertad de voto a sus diputados, lo que precipitó la derrota del primer ministro. Gabriel Attal, portavoz de Renacimiento, avisó que sus parlamentarios votarían «en función del interés general», pero la desbandada era ya imparable.
La derrota fue incluso más abultada de lo previsto. Bayrou ofreció después una copa de despedida en Matignon. Nacido en Bordères, en el suroeste de Francia, hijo de agricultores, padre de seis hijos y católico practicante, Bayrou fue alcalde de Pau y lleva más de tres décadas en la vida política nacional. Al frente del centrista Movimiento Democrático (MoDem), su auténtica ambición fue siempre alcanzar la Presidencia de la República. Lo intentó tres veces y en 2007 llegó a rozar la segunda vuelta con un tercer puesto.
Su popularidad, sin embargo, se desplomó en los últimos meses, erosionada también por el escándalo de abusos en la escuela católica Bétharram, donde estudiaron sus hijos, ocurrido cuando era ministro de Educación. La caída en las encuestas arrastró a Macron, hasta el punto de convertirlos en la «pareja ejecutiva» más impopular de la Quinta República.
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