Alivio en la sala. El Barça no tiene que ir a Almaty, a 300 kilómetros de China, ni congelarse en Bodo, en pleno círculo polar ártico y donde la temperatura media anual es de -4. Le correspondieron viajecitos de cómodo tránsito (Londres, Newcastle, Brujas y Praga). Para grandes vuelos ya estará el compromiso de Miami, si lo aprueban la UEFA y la FIFA, pensará el bueno de Hansi Flick, aunque ahora el técnico alemán tenga otras preocupaciones. De hecho cruza los dedos para que le inscriban de una santa vez a todos los futbolistas y para que su plantilla no pierda ningún puntal pese al bombo y platillo que se le dio a la posible marcha de Casadó y el redoble de tambores con Fermín. También el club está enfrascado en otras lides de calado, como es sobre todo saber en qué estadio desarrollará la temporada. A la UEFA se le ha dicho por activa y por pasiva que el plan A es el Spotify Camp Nou pero con el colchón de tener el Olímpic como plan B, al menos hasta febrero.
Alivio en la sala. El Barça no tiene que ir a Almaty, a 300 kilómetros de China, ni congelarse en Bodo, en pleno círculo polar ártico y donde la temperatura media anual es de -4. Le correspondieron viajecitos de cómodo tránsito (Londres, Newcastle, Brujas y Praga). Para grandes vuelos ya estará el compromiso de Miami, si lo aprueban la UEFA y la FIFA, pensará el bueno de Hansi Flick, aunque ahora el técnico alemán tenga otras preocupaciones. De hecho cruza los dedos para que le inscriban de una santa vez a todos los futbolistas y para que su plantilla no pierda ningún puntal pese al bombo y platillo que se le dio a la posible marcha de Casadó y el redoble de tambores con Fermín. También el club está enfrascado en otras lides de calado, como es sobre todo saber en qué estadio desarrollará la temporada. A la UEFA se le ha dicho por activa y por pasiva que el plan A es el Spotify Camp Nou pero con el colchón de tener el Olímpic como plan B, al menos hasta febrero.Seguir leyendo…
Alivio en la sala. El Barça no tiene que ir a Almaty, a 300 kilómetros de China, ni congelarse en Bodo, en pleno círculo polar ártico y donde la temperatura media anual es de -4. Le correspondieron viajecitos de cómodo tránsito (Londres, Newcastle, Brujas y Praga). Para grandes vuelos ya estará el compromiso de Miami, si lo aprueban la UEFA y la FIFA, pensará el bueno de Hansi Flick, aunque ahora el técnico alemán tenga otras preocupaciones. De hecho cruza los dedos para que le inscriban de una santa vez a todos los futbolistas y para que su plantilla no pierda ningún puntal pese al bombo y platillo que se le dio a la posible marcha de Casadó y el redoble de tambores con Fermín. También el club está enfrascado en otras lides de calado, como es sobre todo saber en qué estadio desarrollará la temporada. A la UEFA se le ha dicho por activa y por pasiva que el plan A es el Spotify Camp Nou pero con el colchón de tener el Olímpic como plan B, al menos hasta febrero.
Si el club consigue lo que en estos momentos parece un milagro, que es jugar la liguilla de la Champions en su remozado estadio, será curioso rememorar uno de los episodios más sonrojantes de la segunda etapa de Joan Laporta al frente del club. ¿La razón? El regreso al Barcelona del Eintracht de Fráncfort, cuyos aficionados invadieron el Camp Nou hasta convertirlo en un recinto propio en una eliminatoria de la Europa League contra el Barça. Aquella imagen fue bochornosa para la afición blaugrana y para la directiva, que tomó medidas para que eso no se volviera a repetir.
Es verdad que desde entonces no ha vuelto a suceder una cuestión similar pero estaría bien comprobarlo con hechos ante el mismo adversario. No tendría la misma gracia si el partido fuera en Montjuïc, aunque siempre se puede organizar una ceremonia de la confusión para celebrar el encuentro en un campo y mandar a los aficionados del Eintracht a otro.
El Barça jugará contra el campeón de Europa (PSG) y el del mundo (Chelsea) pero lo más importante es que como club tenga un hogar y una estabilidad. Y que no haya otra invasión.
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