Cierta confusión en internet coloca a la histórica compañía estadounidense por segunda vez a las puertas de la bancarrota. La propia empresa lo ha desmentido Leer Cierta confusión en internet coloca a la histórica compañía estadounidense por segunda vez a las puertas de la bancarrota. La propia empresa lo ha desmentido Leer
No es extraño que en la industria fotográfica haya amagos de quiebra, desapariciones fulminantes, resurrecciones milagrosas y apariciones mágicas de fabricantes históricamente dedicados a otras cosas. Kodak inscribe su logo en el monte Rushmore de la disciplina dada su naturaleza pionera. Bajo el lema you press the button, we do the rest, comercializó la primera cámara de carrete, un dispositivo muy sencillo, fácil de transportar, con forma de caja de zapatos y capaz de cargar rollos de 100 imágenes frente a las 36 de una cámara analógica convencional.
Nacer en 1880 da para mucho. Cómodamente instalada en lo analógico, Kodak fue devorada por el mismo tsunami digital que ahora convierte en Diosa indiscutible a la inteligencia artificial. En 2012, la compañía se declaró en bancarrota y en 2013 remontó el vuelo gracias a una reestructuración y a una estrategia más basada en las licencias de marca, la impresión comercial y los productos químicos específicos para el cine. En 2024, Kodak declaró unos ingresos de 1.040 millones de dólares, algo más de 890 millones de euros al cambio actual. Su plantilla ronda los 3.900 empleados y entre sus accionistas se encuentran BlackRock y Vanguard Group.
Hace unas semanas, internet se inundó de rumores sobre un nuevo colapso de la marca. Las informaciones se basaban en un informe financiero de la propia organización donde se incluía una cláusula de going concern (expresión que puede traducirse como «dudas sobre la continuidad operativa») debido a una deuda a corto plazo tasada en 500 millones de dólares. Fue la propia Kodak la que, días después, ante el revuelo causado, aclaró el panorama citando tres puntos: ni la bancarrota ni el cierre están sobre la mesa; este mismo año se materializará el pago de un plan de pensiones que cubrirá gran parte de ese agujero (unos 300 millones); y ya se negocia la refinanciación de los 200 millones restantes.
Noticias imprecisas aparte, la curiosidad que pocos conocen es que los carretes que todavía hoy se venden bajo la marca Kodak no son un producto de la empresa estadounidense, sino de Kodak Alaris, británica y surgida tras los cambios operados en 2012. Cada vez que un usuario de cámara analógica compra algunos de los carretes más famosos del planeta (en blanco y negro, los Tri-X y T-Max; en color, los Ektar y Portra, o los más generalistas Gold y UltraMax), la facturación que engorda es la de Kodak Alaris, obligada, eso sí, a pagar royalties a la Kodak estadounidense por el uso del nombre. Este sí que es un zambombazo para los nostálgicos.
La Kodak original, la que deriva más directamente del fundador neoyorkino George Eastman (1854-1932), vende soluciones gráficas y de impresión comercial (placas de impresión, prensas digitales), materiales avanzados y productos químicos (incluidos recubrimientos para baterías, antenas transparentes e ingredientes para la industria farmacéutica), películas de cine y servicio de revelado y licencias que también incluyen cámaras digitales (las Pixpro, por ejemplo, fabricadas por la chino-californiana JK Imaging).
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