Sus amigos Yuri y Mijail Kovalchuk, los mismos que le empujaron a la guerra en 2022 en Ucrania, le obsesionaron con la inmortalidad, según la investigación de medios independientes Leer Sus amigos Yuri y Mijail Kovalchuk, los mismos que le empujaron a la guerra en 2022 en Ucrania, le obsesionaron con la inmortalidad, según la investigación de medios independientes Leer
Hubo un tiempo en el que Vladimir Putin era un hombre con todo el tiempo del mundo. Desde hace unos años el Kremlin abandera una cruzada para prolongar la vida de los rusos. Empezando, claro, por la de la élite. Como lamentó un médico en un hospital de Moscú, estos súbitos planes prioritarios son «los caprichos de un Politburó envejecido». Durante los últimos años Putin se ha operado para tener menos arrugas. Ahora el desafío es tener disponer de más años.
Poco se sabe sobre la salud de Putin, salvo que es mejor que la de la mayoría de los rusos de su edad. Cuando Putin cumplió 70 años en 2022, el medio ruso Proekt, analizando billetes de avión, descubrió que Putin viaja acompañado de un promedio de nueve médicos, incluyendo un oncólogo especializado en cáncer de tiroides. El número de doctores que viajan con el presidente aumentó año a año, coincidiendo con algunas desapariciones del foco de la prensa. Proekt fue quien apuntó que durante sus viajes a Altái, Putin probablemente se sometía a baños de sangre con extracto de astas de ciervos jóvenes. En los últimos años lo han operado de la espalda y sus médicos han sido ascendidos. Alguno ha llegado a diputado.
El ex agente del KGB llegó en 2000 al poder sin debates y sin programa electoral. Su ideología era salvar el rumbo fijado por su antecesor -el casi reformista Boris Yeltsin– pero encarnando un personaje opuesto a él. Yeltsin salió del poder como un viejo atolondrado y borracho, Putin llegó como un hombre de acción joven (47) y abstemio. Su primer viaje horas después de ser nombrado presidente fue volar al Cáucaso a celebrar el año nuevo cerca del frente, donde sus soldados trataban de someter a los chechenos.
Hoy inaugura estaciones de metro por videoconferencia, toma extrañísimas precauciones ante posibles contagios y su equipo transporta un inodoro para que nadie le robe las heces para analizarlas. Ya no es el manager que abronca en público cuando las obras se retrasan o los salarios de una fábrica no se pagan. Ahora es el veterano que responde a una pregunta sobre el presente con una conferencia de media hora sobre Historia. Antes hablaba con frases cortas y concisas. Ahora divaga. En un evento sobre el cambio climático terminó hablando de la calidad del esperma japonés. Explica los problemas con Ucrania hablando de príncipes de hace siglos, aunque otras veces relaciona la guerra con el «deseo de un poco de acción».
Putin es un autócrata de éxito: lleva 25 años en el poder. Pero tras doblegar a la oposición y los límites constitucionales, un límite se ha vuelto acuciante: la muerte. Pero la biología es tozuda. Y aun así, Putin cree que puede ‘hackearla’. Científicos rusos están trabajando en nuevos tratamientos antienvejecimiento por orden de un colaborador cercano del presidente Putin, que está obsesionado con la idea de la vida eterna. Putin cumple 73 años en octubre.
A principios de 2024, Putin declaró que Rusia necesitaba un nuevo «proyecto nacional» destinado a «preservar la salud» de sus ciudadanos. Los legisladores se pusieron manos a la obra y, tan solo unos meses después, presentaron una iniciativa con el atractivo nombre de «Nuevas Tecnologías para la Preservación de la Salud». Una de sus prioridades es combatir el envejecimiento. Putin y su entorno, donde la media de edad casi duplica la del gobierno ucraniano, están por razones obvias muy interesados en una prórroga vital.
Varios medios independientes rusos —Meduza y Systema— investigaron el año pasado quién inspiró a Putin a pensar en la inmortalidad. Resultan que están involucrados sus viejos amigos, los mismos que le empujaron a la guerra en 2022: los hermanos Yuri y Mijail Kovalchuk.
En concreto fue Mijail Kovalchuk, obsesionado con la inmortalidad y el ‘genoma ruso’, quien le presentó esta idea al presidente. Desde entonces Putin y Kovalchuk han estado presionando para que se realicen investigaciones para prolongar la esperanza de vida.
Kovalchuk es una de las pocas personas con acceso al Cuerpo, que es el nombre en clave que Putin tiene en el Kremlin. Como director del centro de investigación nuclear del Instituto Kurchatov y supervisor del programa de investigación genética de Rusia, donde ha hecho carrera la hija mayor de Putin, la endocrinóloga Maria Vorontsova. Si a su hermano Yuri —considerado el banquero personal de Putin— le fascina la historia de Rusia (y sobre todo la óptica nacionalista de todo lo que merece y le fue arrebatado) a Yuri le entusiasma la conspiración hasta niveles alarmantes.
Hace 10 años, en un discurso ante el senado ruso, advirtió a los pasmados senadores de que los científicos de EEUU estaban tratando de crear una subespecie distinta: un ser humano servil, con menos conciencia de sí mismo, reproducción controlada y alimentación barata. A la hora de aportar pruebas Kovalchuk se refirió a una película soviética de 1968 en la que CIA conspira con antiguos oficiales nazis para crear un ser humano servil que perjudique a la URSS. El film se llama Temporada de Muerte y casualmente es uno de los favoritos del presidente.
Durante la pandemia -mientras Putin estaba recluido lejos de Moscú y obligando a cuarentenas de más de una semana a los que iban a verlo- sugirió en la televisión que la Covid-19 podría haber sido creada artificialmente por estadounidenses. También mencionó un útero artificial para crear personas y señaló a la revista Playboy y a la propaganda LGTB y la moda de no tener niños como herramientas en un plan de EEUU para reducir la población mundial.
Putin cree en algunas de estas teorías de conspiración de Kovalchuk, que encabezó un proyecto para «decodificar el genoma ruso». En cuanto Putin fue reelegido en 2024, el gobierno anunció inversiones en tecnología que previene el envejecimiento celular, neurotecnologías y otras innovaciones destinadas a garantizar la longevidad. Según los medios estatales rusos, el nuevo proyecto incluye el desarrollo de nueva tecnología médica para prolongar la vida de los ciudadanos. Un plan puntero mientras el sistema sanitario tirita: faltan médicos, no hay insulina para todos y la guerra se come el aumento del gasto.
Esta semana, durante su encuentro en Pekín, Vladimir Putin, y el líder de China, Xi Jinping, fueron captados por un micrófono abierto hablando sobre cómo prolongar artificialmente sus vidas mediante el trasplante de órganos. «Gracias a la biotecnología los órganos humanos podrán ser trasplantados constantemente», le dijo el líder ruso.
Imprimir órganos es una vieja ambición rusa. En 2014, 3D Bioprinting Solutions construyó la primera bioimpresora de Rusia. En 2018, el laboratorio alcanzó su hito más famoso hasta la fecha cuando una de sus bioimpresoras se convirtió en la primera del mundo en imprimir tejido cartilaginoso humano y una glándula tiroides de ratón en el espacio.
En diciembre de 2023, en el hospital militar Burdenko de Moscú se realizó una cirugía experimental: por primera vez en la historia, una bioimpresora imprimió ‘piel’ directamente sobre la herida de un paciente. Varios centros de investigación están recibiendo presiones para centrarse en tratamientos para los rusos más ricos y viejos, dejando de lado a otros sectores de la población.
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