Miles de civiles quedan atrapados en la capital de la Franja sin recursos para huir Leer Miles de civiles quedan atrapados en la capital de la Franja sin recursos para huir Leer
Israel vivió este lunes otro de los momentos más sensibles de la escalada iniciada con el ataque de Hamas hace 23 meses: la muerte de cuatro soldados en una emboscada en el norte de Gaza, ataques aéreos israelíes en el devastado enclave palestino, interceptación de drones de los hutíes desde Yemen y un atentado terrorista con seis muertos en Jerusalén.
Mientras Hamas elogió el ataque armado como «respuesta natural a los crímenes de la ocupación» en la Franja, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, aclaró que no frenará la operación para «destruir a Hamas». Y ello pasa, según él, por la toma de control de Ciudad de Gaza.
El gabinete de seguridad israelí aprobó hace exactamente un mes la ampliación de la ofensiva «para acabar con el último bastión de Hamas» tras recibir el apoyo del presidente estadounidense Donald Trump, aunque sabiendo que su paciencia puede agotarse en cualquier momento.
Una operación que Trump desea que sea rápida y contundente. O al menos este fue su mensaje hace días a Netanyahu, mientras en las redes sociales revelaba una nueva propuesta de alto el fuego.
De hecho, Trump espera que su propuesta surta efecto. «Todos quieren a los rehenes en casa. ¡Todos quieren que acabe esta guerra! Los israelíes han aceptado mis condiciones. Es hora de que Hamas también las acepte», escribió Trump en Truth Social, enviando un mensaje directo al grupo palestino: «He advertido a Hamas sobre las consecuencias de no aceptar. Esta es mi última advertencia, ¡no habrá otra! Gracias por su atención».
Se trataría de un alto el fuego durante el cual las partes negociarán los términos de una tregua permanente bajo la supervisión personal de Trump, mientras Hamas entregaría los 48 rehenes (20 con vida) en las primeras 48 horas a cambio de la excarcelación de varios miles de presos palestinos.
«Hamas acoge con satisfacción cualquier paso que contribuya a los esfuerzos por detener la agresión contra nuestro pueblo», reaccionó el grupo islamista, reiterando, sin embargo, sus dos grandes condiciones desde el 7 de octubre de 2023: el compromiso garantizado del fin de la ofensiva y la retirada israelí de la Franja de Gaza. Fuentes de Hamas afirman que la propuesta es un conjunto de ideas que están dispuestos a negociar pero temen que podría ser una trampa pactada con Israel para volver a la ofensiva tras la entrega de los rehenes.
La paciencia que no tiene Trump es exactamente lo que pide el jefe del Estado Mayor israelí, Eyal Zamir. Tras fracasar en su intento de convencer a Netanyahu de que la operación de Ciudad de Gaza es un error que pone en peligro la vida de los secuestrados, Zamir advierte que necesita meses para neutralizar lo que queda del brazo armado de Hamas, a cargo de unas fuerzas cada vez más desgastadas en la guerra más larga de Israel.
La primera fase de la Operación Carros de Gedeón II, iniciada hace unos días, incluye incursiones en barrios periféricos de la ciudad y ataques aéreos -previo aviso para desalojarlos- contra edificios de altura, a la espera de una mayor evacuación de civiles para el asalto terrestre final o, como esperan los gazatíes y la mayoría de israelíes (especialmente las familias de los rehenes), un acuerdo de alto el fuego.
Mientras Hamas denuncia que estos bombardeos son parte «del genocidio de la ocupación», el ejército israelí afirma que el grupo tenía en las torres atacadas y sus alrededores cámaras para vigilar movimientos de tropas, centros de mando, armas, explosivos e infraestructuras subterráneas. Más allá del impacto psicológico entre los gazatíes, su destrucción es vista por Israel como recurso para proteger a los soldados ante la inminente incursión.
Según estimaciones militares, neutralizar milicianos en la superficie y en los túneles de Gaza, así como destruir sus infraestructuras incrustadas en el área urbana, causaría un centenar de bajas entre los soldados. Una cifra muy inferior a la prevista entre los gazatíes- armados y sobre todo civiles- en la principal localidad de la franja bajo la ofensiva lanzada en respuesta al ataque de Hamas en Israel.
Condenada por la ONU como «nuevo desplazamiento forzoso que viola el Derecho Internacional y agravaría la dramática crisis humanitaria«, Israel defiende que la marcha de gazatíes a las zonas humanitarias del sur del enclave tiene como objetivo protegerles ante ataques y choques armados.
Tras señalar que su ejército destruyó «50 torres terroristas», Netanyahu avisó que es «sólo el principio de la intensificación de las maniobras terrestres en Ciudad de Gaza». «Por eso, les digo a los habitantes de Gaza: ‘Escúchenme atentamente: están advertidos, ¡salgan de ahí!'», agregó.
Alrededor de 100.000 palestinos de un total de un millón han abandonado la ciudad. Los motivos de no hacerlo van desde económicos (una familia necesita unos 1.500 dólares para irse al sur), el cansancio por el enésimo desplazamiento en una guerra interminable, la denuncia de que la salida y el destino tampoco son seguros y la presión- en muchos casos violenta- de Hamas para que no se vayan recurriendo a la famosa Sumud (determinación o resiliencia).
«Los terroristas hacen todo lo que posible para que los civiles se queden en la ciudad como su escudo humano», nos dicen fuentes militares mientras Hamas denuncia «una guerra de expulsión».
«En las condiciones actuales, no hay posibilidad de que una evacuación en masa en Ciudad de Gaza se lleve a cabo de manera segura y digna», declaró la presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja, Mirjana Spoljaric, hace unos días avisando que «ninguna zona de la Franja de Gaza podría absorber un movimiento de población a gran escala debido a la generalizada de la infraestructura civil y la extrema escasez de alimentos, agua, alojamiento y atención médica«.
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