Por primera vez desde el inicio de su segundo mandato ha estado seis días seguidos sin hablar con los medios o haciendo comparecencias públicas y el país se ha obsesionado con sus manos Leer Por primera vez desde el inicio de su segundo mandato ha estado seis días seguidos sin hablar con los medios o haciendo comparecencias públicas y el país se ha obsesionado con sus manos Leer
No es muy habitual que a un presidente de Estados Unidos, en la era de la inmediatez y las cámaras infinitas, le pregunten si está al corriente de los rumores sobre su posible muerte. Y menos a uno que está en todas partes. Pero como todo lo que rodea a Donald Trump, no hay plantilla a la que atenerse. «No, no estaba al corriente. Son fake news«, ha dicho este martes Trump cuando los periodistas le han preguntado por el gran rumor online del fin de semana.
Si algo ha caracterizado los primeros siete meses de la presidencia de Donald Trump ha sido su omnipresencia mediática. Convoca a los periodistas más de una, dos o más veces al día, viaja con ellos, da ruedas de prensa que duran horas y responde sus preguntas cada vez que un mandatario internacional visita la Casa Blanca. Además, da entrevistas constantemente y escribe sin cesar en sus redes sociales. Por eso su ausencia durante la última semana, seis días seguidos en los que apenas se le pudo ver a distancia y con teleobjetivo mientras entraba y salía del coche, han alimentado todo tipo de especulaciones sobre su salud.
Antes de la pausa de verano, el presidente reveló que padece una insuficiencia venosa crónica, tras la difusión de un buen número de fotos que mostraban hinchazón en sus piernas y moratones en sus manos. Muchos médicos dudaron del diagnóstico y en la última semana, redes sociales, foros e incluso medios de comunicación han hecho todo tipo de cábalas con las pocas fotos disponibles o su rostro sin maquillar, llegando a correr el rumor incluso de que el presidente podía estar hospitalizado de gravedad.
De golpe, Estados Unidos se ha obsesionado con las manos del presidente, los hematomas, los coágulos y el color de su piel, un tema recurrente por su uso y abuso de maquillaje. Es la conversación en todas partes y de ahí que hoy todas las cámaras tuvieran una orden muy clara y atípica: centrarse en ellas por encima de todo.
Su equipo de comunicación optó por ponerse bastante de perfil durante el fin de semana, diciendo que estaba perfectamente pero sin dar explicaciones sobre por qué por primera vez en todo el segundo mandato había estado seis días seguidos sin apariciones públicas o intercambios. Incluso cometió el error de distribuir fotos de él jugando al golf con un entrenador de fútbol americano que eran de hace semanas, generando más controversia.
Pero este martes, Trump ha disipado las historias, reapareciendo ante las cámaras para un anuncio sobre la próxima ubicación del mando militar que se ocupará del espacio. «He estado muy activo, he hecho muchas cosas el fin de semana. No doy una entrevista en dos días y empiezan los rumores, y Joe Biden no daba ninguna nunca y no pasaba nada«, afirmó con cierto resquemor y no sin razón en ese punto.
Horas antes, Scott Jennings, un periodista conservador y rostro habitual de la CNN, había difundido el audio de una entrevista con él, en el que criticaba la falta de voluntad de Vladimir Putin. Su tono de voz, ronco y con algo de fatiga, chocaba con la última exhibición de poderío físico, el martes pasado, cuando celebró ante las cámaras un consejo de ministros de más de tres horas y cuarto, algo que la Casa Blanca ha intentado publicitar durante el fin de semana para frenar especulaciones.
La curiosidad era muy evidente. Decenas de miles de personas se conectaron al streaming de servicios como el de la agencia AP, y más se fueron sumando según la convocatoria de las 14.00 (hora local) para anunciar el cambio de sede del mando militar para el espacio se iba retrasando sin ninguna explicación. El pool de periodistas que siguen al presidente a todas partes incidió de forma significativa en que cuando entraron en la sala a la que estaba convocados, el presidente ya estaba allí, de pie ante un micrófono, como queriendo sugerir que quizás la Casa Blanca no quería que se le viera andando. Pero empezado el acto, se vio al Trump de siempre.
El mismo humor, las mismas obsesiones, el mismo tono respondiendo a preguntas sobre el anuncio del día, sus rumores, la oposición o el crimen en las grandes ciudades del país. Atacando a sus enemigos y aplaudiendo a sus aliados de Alabama. Hablando de vídeos de internet (asegurando que uno que circula sobre alguien tirando objetos desde una ventana de la Casa Blanca es falso porque esas ventanas no se pueden abrir), memes y de fakes hechos con inteligencia artificial.
Y eso que la vuelta ha llegado un día incómodo que ha arrancado con la decisión de un juez federal de considerar el despliegue de la Guardia Nacional en Los Ángeles completamente ilegal. Algo relevante no de cara al pasado, puesto que los soldados ya fueron retirados hace semanas, sino al futuro, la que la ciudad de Chicago, otro feudo demócrata, día llevas preparándose para algo parecido. Trump tiene previsto movilizar varias agencias federales, y potencialmente a la guardia nacional también contra la voluntad del gobernador, igual que ha hecho este agosto en Washington DC, la capital.
Pero además, el congresista republicano Thomas Masie, que se ha convertido en enemigo público para el presidente y el mundo MAGA, ha impulsado una resolución para que la cámara baja emita una petición para que el Departamento de Justicia publique los llamados Papeles de Epstein, uno de los temas más delicados y dañinos para la Administración, que negocia ahora con la ex socia del financiero pedófilo, que cumple 20 años de sentencia en una prisión, para un posible perdón o mejora de condiciones a cambio de que exonere de alguna forma a Trump, muy marcado por su relación de décadas con Epstein.
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