Hay jugadores que nacen tan buenos que se descubren solos y otros, como Fermín López, que requieren de fe y esfuerzo e incluso de elementos que escapan a su control, llámense casualidad o aparición de un mentor en el momento justo de su carrera.
Hay jugadores que nacen tan buenos que se descubren solos y otros, como Fermín López, que requieren de fe y esfuerzo e incluso de elementos que escapan a su control, llámense casualidad o aparición de un mentor en el momento justo de su carrera.Seguir leyendo…
Hay jugadores que nacen tan buenos que se descubren solos y otros, como Fermín López, que requieren de fe y esfuerzo e incluso de elementos que escapan a su control, llámense casualidad o aparición de un mentor en el momento justo de su carrera.
La historia del fútbol está repleta de casos comparables al del centrocampista, ejemplos de tenacidad desenvuelta a oscuras hasta que un entrenador les alumbra para ser vistos. Sucedió cuando Van Gaal se prendó de un chaval greñudo que venía descartado del filial, Carles Puyol, o cuando Pep Guardiola subió de Tercera División a un centrocampista alto y desgarbado llamado Sergio Busquets. A Fermín fue Xavi quien le intuyó algo distinto cuando los demás solo veían a un futbolista entusiasta pero con pocas opciones de triunfar en el primer equipo. Era menudo, su nombre no figuraba entre los subrayados en el fútbol base y venía cedido procedente del Linares.
Pues bien, Fermín es hoy un centrocampista top del fútbol europeo. En dos temporadas en el Barça ha desplegado un juego de una ambición desmedida, traducida sobre el césped a través de una ausencia de barroquismos como atajo hacia la portería contraria, cualidad que le distingue de los medios clásicos que surgen de la Masia, más dotados para masticar las jugadas que para firmar su final.

Dani Duch / Propias
La sensación en el club es que se queda, pero su media hora de juego fue rara, en la línea del equipo
El barcelonismo adora a Fermín. La grada posee un sexto sentido para detectar la honestidad. El andaluz, universitario que ha aprendido catalán con naturalidad, ha seducido por contagio. Sus acciones desprenden velocidad, en los controles, los giros y el disparo con ambas piernas.
El seguidor siempre se sintió un poco Fermín y esa identificación le empuja a no querer ni oír hablar de venderle. Aplicar razones mercantilistas a su posible venta a la Premier, por tentadoras que sean, vulgariza a un club que debería cuidar a los futbolistas que le han sacado del hoyo futbolístico y embellecen lo que hoy se da en llamar ampulosamente el relato. Si el apartado económico sigue mal no es por culpa de Fermín precisamente. Empezar fanfarroneando de fichar a Nico Williams para acabar subastando a Fermín describe a una junta que confunde (asiduamente) deseo con realidad.
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Anoche Fermín no fue titular en Vallecas (lo fue solo en la primera jornada y fue sustituido al descanso) y jugó media hora rara. Participó poco y le faltó chispa, anomalía en su caso, pues si algo le sobra siempre es electricidad. La tentación de atribuir la extraña imagen de atonía que transmitió el jugador a su situación personal es inevitable, pero también lo es relacionar su escasez productiva con la pésima segunda parte global azulgrana. El Rayo desnudó al equipo de Flick explotando el espacio que deja a sus espaldas, peaje consabido que se hace más evidente cuando el Barça está espeso en ataque, cegado y desbocado en demasía ante el exceso de terreno libre ante sus ojos como un animal salvaje con el cerebro extraviado.
Hoy se cierra el mercado y después de un verano de promesas incumplidas llega el día Fermín. Desde el club, los mismos que le han puesto en el escaparate aseguran que no se irá. Quien suscribe este artículo considera que tampoco. Pero también pensaba que Iñigo Martínez seguiría y que el Camp Nou estaría listo. Eso le dijeron.
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